Textos sobre los que estamos trabajando(iniciación jóvenes/adultos)

Porque creo que se encuentra mucho placer en la exploración de un buen texto desde la actuación empezamos a trabajar en el taller con los fragmentos que trascribo a continuación.
De esta forma iremos integrando los conceptos que las docentes de Voz, Cuerpo y Rítmica nos han brindado en sus clases, y nos seguiran brindando a lo largo del año, en la "actuación".
Estamos aprendiendo a jugar con el cuerpo, con la voz y en relación a la música líbremente y si bien creo que es fundamental que improvisemos y busquemos en nosotros situaciones teatrales, una dramaturgia bien constituída (una estructura) nos permitirá ordenarnos a la hora de "jugar" y podremos aprender a distinguir las acciones de los movimientos y de las simples palabras.
¡Disfruten!

Las de Barranco (Gregorio de Laferrére, Editorial Losada)

Doña María_ Te equivocás…te equivocás, ¡pretenciosa ridícula!¡Demasiado que te etiendo! Lo que tiene que tengo un poco más de mundo que vos y conozco mejor la vida… ¡Ya lo creo que te entiendo! ¡Sos el retrato de tu pobre padre! (Mira al óleo del capitán.) ¡Así era él también y se le llenaba la boca con las mismas pavadas! (Ahuecando la voz). ¡El capitán Barranco no se vende!... ¡el capitán Barranco no se humilla!... ¡El capitán Barranco cumplirá con su deber!... (Volviendo a la voz natural y con acento despreciativo). Y el capitán Barranco, entre miserias y privaciones, terminó sus días en un hospital… porque no había en su casa recursos para atenderlo- ¡Eso es lo que sacó el capitán barranco con sus delicadezas! (Exaltándose y con acento duro) Pero la viuda del capitán Barranco es otra cosa, ¡entendelo bien! No vive de ilusiones… sabe que tiene tres hijas que mantener, tres zánganas, ¡a cuál más inútil!, que se la pasan preocupadas de moños y composturas, mientras la pobre madre tiene que buscarse como Dios la ayude el zoquete diario que han de llevarse a la boca para no morirse de hambre. ¡Por eso también, la viuda del capitán Barranco sabe lo que tiene que hacer! (con tono imperativo y lleno de amenaza.) Y ahora lleve adentro esas blusas y ¡cuidado con que cuando venga Rocamora no le de usted las gracias con toda amabilidad!... (Carmen en silencio se dirige sumisamente hacia el sitio donde se encuentra la caja de blusas y en ese momento golpean las manos hacia la derecha.) Pero, ¡miren cómo han puesto el suelo de papeles! (Empieza a levantar papeles.) ¡Si no digo! ¡Estas haraganas no sirven para nada! (Gritando.) ¡Manuela!... (Aproximándose hacia la izquierda y en voz alta hacia el exterior.) ¡Manuela!...



Súbitamente el último verano (Tenessee Williams, Editorial Losada)

Sra. Venable._ ¡Yo no sufrí ningun ataque…! Fue un simple aneurisma leve. ¿Sabe lo que es, doctor? Una pequeña convulsión vascular? No hemorragia, tan sólo una leve convulsión de un vaso sanguíneo. Lo sufrí cuando descubrí que esta mujer trataba de robarme a mi hijo. Entonces fue. Me produjo una pequeña… y pasejra… contracción muscular. En un lado de la cara. (Cruza de nuevo a la zona principal de actuación). Estos no son parientes carnales míos, sino de mi marido muerto. Siempre los odié. La hermana de mi finado esposo y sus dos inútiles hijos. Pero hice más que mi deber al mantenerlos a flote. Para halagar a mi hijo, cuyo punto flaco era el ser excesivamente blando de corazón, afronté el gasto y la humillación, si la humillación pública de permitir a esta muchacha una presentación en sociedad que fue un fiasco. No gustó a nadie cuando la presenté. ¡Oh! Gozó de una cierta especie de… notoriedad. Tenía una lengua muy afilada, que algunos confundieron con ingenio. Se reía en las narices de personas decentes, enfureciéndolas, y dando lugar a que esos actos repercutiesen adversamente sobre Sebastián y sobre mí. Pero él, Sebastián, se reía. Lo divertía esta muchacha. Yo, en cambio, me sentía asqueada, enferma. Al promediar la temporada, en las fiestas dejaron de invitarla… Sí, dejaron de invitarla a pesar de mi posición. ¿Por qué? Porque había perdido la cabeza por un joven casado, provocando una escena de escándalo en el baile de carnaval, en mitad del salón. Todos se apartaron de ella como del hierro candente… Pero… (No puede pensar) con todo mi hijo Sebastián se afligió por ella y la llevó consigo el último verano, en lugar mío.



Un tranvía llamado deseo (Tennessee Williams, Editorial Losada)

Blanche._ Era un niño, nada más que un niño, cuando yo era una muchachita aún. A los dieciséis años, descubrí… el amor: de golpe y en forma muy completa, demasiado completa. Fue como si a una le mostraran bajo una luz cegadora algo que siempre había estado en la penumbra; así descubrí el mundo. Pero fui desdichada. Me desilusioné. En aquel niño había algo distinto, una nerviosidad, una suavidad, una ternura que no parecían las de un hombre, aunque distaba de parecer afeminado… Y, con todo… aquello estaba allí. Acudió a mí en busca de ayuda. Yo no lo sabía. ¡No supe nada hasta después de casarnos, cuando nos fugamos y volvimos y solo adiviné que yo no había logrado satisfacerlo en cierta forma inimaginable y no podía darle la ayuda que necesitaba, pero de la cual no podía hablar! Estaba en un tembladeral aferrándose a mí… ¡Pero yo no lo sacaba, resbalaba y caía allí con él! Yo no lo sabía. No sabía nada, salvo que lo amaba insoportablemente, pero sin poder ayudarlo ni ayudarme a mi misma. Luego, lo descubrí. En la pero de las formas imaginables. Entrando repentinamente a una habitación que creía vacía… y que no lo estaba, porque allí había dos personas… el niño conquien me había casado y un hombre mayor que él, su amigo desde hacía años… (Blanche se interrumpe, se levanta, va a primer término). Más tarde fingimos que no se había descubierto nada. Sí, todos fuimos en automóvil al casino del lago Moon, muy ebrios y riendo sin cesar. ¡Bailamos “La Varsoviana” (se oyen unos compases de la Varsoviana que luego se extinguen). Repentinamente , en plena danza, el niño con quien me había casado se zafó de mis brazos y salió corriendo del Casino. Unos pocos instantes más… ¡y sonó un tiro! Salí a toda prisa, todos salimos… ¡y rodeamos aquella cosa horrible que estaba al borde del lago! No pude acercarme, había demasiada gente. Entonces, alguien me asió del brazo. “¡No se acerque más! ¡No querrá verlo! ¿Ver? ¿Ver qué? Entonces oí voces que decían: “¡Allan! ¡Allan! ¡El hijo de los Grey!” ¡Se había metido un revolver en la boca y había disparado, volándose … la tapa de los sesos!) (Desfallece, se cubre el rostro). Fue porque en la pista de baile… no pudiendo contenerme, yo le había dicho de improviso “¡Lo sé! ¡Lo he visto! ¡Me das asco! (Vuelve a oírse “La Varsoviana”). Y entonces, el reflector que iluminaba el mundo se apagó y nunca hubo para mí desde aquel día una luz más intensa que la de esta vela de cocina…

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