Hace 10 años que no escribo en este blog.
Estuve leyendo las noticias que compartí con ustedes en 2010 y 2011. Recordé los talleres de teatro que daba en ese momento y la obra que estaba poniendo en cartel.
Desde entonces ha pasado de todo en mi vida. Entre otras cosas me he dedicado solo a escribir y a dirigir teatro. Cómo autora he visto mis obras dirigidas por otras personas y también he aprendido a escribir por encargo, a pedido de artistas que desean llevar mis textos a escena.
Cómo directora he crecido mucho desde lo humano. He aprendido en estos años a respetar la energía de los grupos, de la gente con la que trabajo, no sin frustraciones mediante, pero con más alegrías.
Estos diez años de diferencia me encuentran más vieja o más madura, menos impulsiva, más concentrada en las tareas, igual de reflexiva.
Retomo este blog para contarles lo que pienso acerca de lo que significa HACER TEATRO para mí, en un momento histórico en el que en Argentina las actividades se encuentran suspendidas por la Pandemia del COVID-19. Cuando incié este blog Buenos Aires desbordaba de salas de teatro independientes y espacios culturales. Estuve en muchas de esas salas, dando talleres, montando obras, ensayando o como una espectadora más, disfrutando del trabajo de las y los artistas brillantes que tiene esta ciudad. Todo el 2020 intentamos mantener vivo nuestro oficio en entornos virtuales. Cuando a inicios del 2021 pudimos volver a encontrarnos en un espacio con otros cuerpos pudimos constatar los que ya sabíamos: la virtualidad no llena el vacío.
El teatro volverá, como vuelven las hojas a los árboles en primavera. Volverá porque estuvo siempre, porque es una forma más de contar historias y de las historias venimos las personas. Somos una ficción tridimensional. No hay pantalla que pueda reemplazar nuestros cuerpos.
Vuelvo diez años después para decir que nunca me fuí del teatro. Que sigo haciendo teatro, porque como decía mi abuela: nací teatrera.
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